En el punto ciego de un libro, esa esquinita donde el ojo no llega, dicen que hay más que ver. Es como los dibujos que hacíamos en la escuela en el borde de las hojas del libro de texto, esas películas animadas. Un monito de palitos a lápiz caminando, brincando y luego estallando. Se terminó el libro. ¿Fue todo?. Todas las historias adentro, pero ¿nada más?. Música para camaleones de Truman Capote. Luego cualquier cosa de Charles Bukowski. Y una nota en el refrigerador: falta leche.