En el punto ciego de un libro, esa esquinita donde el ojo no llega, dicen que hay más que ver. Es como los dibujos que hacíamos en la escuela en el borde de las hojas del libro de texto, esas películas animadas. Un monito de palitos a lápiz caminando, brincando y luego estallando. Se terminó el libro. ¿Fue todo?. Todas las historias adentro, pero ¿nada más?. Música para camaleones de Truman Capote. Luego cualquier cosa de Charles Bukowski. Y una nota en el refrigerador: falta leche.
¿Qué es una estrella sino una simple idea? Pocos podemos abrir una conversación con una pregunta que no va a ninguna parte, y que, sin embargo, está en todas partes. Imagino que grandes pensadores se han preguntado siempre lo mismo sobre todo lo que existe: ¿el porqué?. No sé si para qué, eso es también tan inútil como el qué, quién, cómo, o el cuándo; esas son preguntas para hacer historias, chismes, cuentos. El porqué es necesario y a la vez es irreal, es un puente extendido entre diversas ideas que disfrutan seguir entrelazadas sin que nadie las vea. El porqué es una estrella hecha de música y que emana luz. Tanto sonido se vuelve silencio y todo silencio encandila. La música no es una estrella, es un don para poder conversar escuchando. Conversar sin hablar, con el vaivén de sernos escuchados. Y de ahí venimos, somos y vamos. Entonces, ¿por qué la música?. Para conversar sería la respuesta a mi idea. Pero cada ser tiene una idea, que es única, que es válida y valiosa en ...
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