Los milisegundos pasando por las esferas del control remoto, esos botones numerados para no perdernos en medio del zaping, tan noventas, tan pasado, tan todavía todo. Hacíamos más caminando que destruyendo las retinas, viendo esta caja negra, llena de luces, sin dejar nada a la imaginación. Ayer terminé un libro de bukowski. Gracias por tantas malas palabras y por tan mejores atmósferas. Leer es lo que sigue. Pero ¿a quién le toca ahora?, ¿a los que televidentes que nunca hemos sido lectores o a los escritores que nunca han visto televisión?. Alguien ayúdenos porque estamos separados en dos. Mañana sigo leyendo un libro con mis dotes de televidente.
El niño pide alivio. La rodilla está expuesta, hay sangre en donde no debería y pedazos de calle en el cuerpo. Todo gira. Esta vez no pisó el freno y sencillamente voló de sus ojos la fugaz silueta de un pequeño persiguiendo el balón. Se fue. Acelera. Adelante, lo que hecho ha quedado varias calles atrás. Sigue. Fluye. No se detiene. El charco es rojo, parecido al aceite de un auto nuevo. Una vena rota, calle abierta y el auto fluye a través. Adiós niño, al diablo el conductor.
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