Acá sin tanto análisis de vuelta a escribir, el diario de lo cotidiano con lugares tan comunes como los ya visitados. La idea es poner a prueba toda mi capacidad par escribir y hacerlo tan mal como un camaleón, lento, y de pronto me comí la presa.
El niño pide alivio. La rodilla está expuesta, hay sangre en donde no debería y pedazos de calle en el cuerpo. Todo gira. Esta vez no pisó el freno y sencillamente voló de sus ojos la fugaz silueta de un pequeño persiguiendo el balón. Se fue. Acelera. Adelante, lo que hecho ha quedado varias calles atrás. Sigue. Fluye. No se detiene. El charco es rojo, parecido al aceite de un auto nuevo. Una vena rota, calle abierta y el auto fluye a través. Adiós niño, al diablo el conductor.
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