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  No me tengo que vestir como "Usted". Puedo ser, pensar y sentir con los pies en la arena, mi vista se expandió, mis manos dejaron de tocar lo efímero, hoy siento la vida, no desde su aroma ni su dolor, tampoco desde su big bang euforia infinita, ni desde su elegante, asesina y brutal naturaleza definida desde el amor, menos desde ninguna clase de interpretación estoica, sólo creyendo que nada ni nadie me mira mientras duermo. Me veo yo, con eso basta. Acciono, me siento, y me percibo con mis ideas desde el día uno, desde el que me uno a la emoción de respirar, de contagiar verdades incómodas, perspectivas empalagadas de hechos y algún fenómeno electromagnético de conductividad "emocioelectrica" de la cuál dicen que estoy hecho, así como unos cuantos gramos de sustancias lícitas como alguna sal y corre que la vida se va.
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El dolor de saber sentir. Es en el amanecer cuando los silencios gritan con impaciente desesperación, gritan que los días no están contados, que contemos con un poco más de horas, que nos toquemos las manos una vez más... al menos, que no dejemos ir el aliento de ver otro amanecer sin remordimientos y que la vida no es bella por azar, la vida es una hermosa bestia salvaje, imponente que no ve por ti, por mí, o por algo, es más creo que la vida no ve ni por sí misma, porque simplemente existe, es, ha sido y será, como esos cuentos interminables de la "filosofía big bang" en donde todos nos extendemos sin culpa, sin objetivo, sin esfuerzo, simplemente nos hacemos tan grandes que un día estallamos; y quien sabe, tal vez algún día la maravilla de la nostalgia de mi imaginación se apodere de esas partículas para volver a crear lo que ya no es. Y no tiene sentido, pero siempre es muy lindo recordar. 
Dinosaurios interestelares. Bestias creyentes, Si es el principio o es el fin, es una emoción callada, Frente al espejo sé que disimulo mal,  Las calles están llenas de bestias creyentes y yo no sé todavía pensar, no entiendo el dolor, pero creo en el placer, no distingo el principio del fin brotan ideas a mis manos y nadie puede hacerme sentir así, eres mi espejo, mi memoria extinta y viva y afuera todo sigue así bestias creyentes, de principio a fin.

Preguntas al azar, a ver qué te responde.

 ¿Qué es una estrella sino una simple idea? Pocos podemos abrir una conversación con una pregunta que no va a ninguna parte, y que, sin embargo, está en todas partes.  Imagino que grandes pensadores se han preguntado siempre lo mismo sobre todo lo que existe: ¿el porqué?. No sé si para qué, eso es también tan inútil como el qué, quién, cómo, o el cuándo; esas son preguntas para hacer historias, chismes, cuentos. El porqué es necesario y a la vez es irreal, es un puente extendido entre diversas ideas que disfrutan seguir entrelazadas sin que nadie las vea. El porqué es una estrella hecha de música y que emana luz. Tanto sonido se vuelve silencio y todo silencio encandila. La música no es una estrella, es un don para poder conversar escuchando. Conversar sin hablar, con el vaivén de sernos escuchados. Y de ahí venimos, somos y vamos. Entonces, ¿por qué la música?. Para conversar sería la respuesta a mi idea. Pero cada ser tiene una idea, que es única, que es válida y valiosa en ...

Memoria de nada

Y dijo: adelantate, hazle un bien al mal, despídete de lo que creen, abre la trampa de cielo con una frase cursi, como tus pensamientos más inmundos, algo tácito y tajante como la mirada inaceptable que nace entre mis cejas, atraviesa la habitación, penetra el espejo y estalla en tu boca.  

Justo

El niño pide alivio. La rodilla está expuesta, hay sangre en donde no debería y pedazos de calle en el cuerpo. Todo gira. Esta vez no pisó el freno y sencillamente voló de sus ojos la fugaz silueta de un pequeño persiguiendo el balón. Se fue. Acelera. Adelante, lo que hecho ha quedado varias calles atrás. Sigue. Fluye. No se detiene. El charco es rojo, parecido al aceite de un auto nuevo. Una vena rota, calle abierta y el auto fluye a través. Adiós niño, al diablo el conductor.