No me tengo que vestir como "Usted". Puedo ser, pensar y sentir con los pies en la arena, mi vista se expandió, mis manos dejaron de tocar lo efímero, hoy siento la vida, no desde su aroma ni su dolor, tampoco desde su big bang euforia infinita, ni desde su elegante, asesina y brutal naturaleza definida desde el amor, menos desde ninguna clase de interpretación estoica, sólo creyendo que nada ni nadie me mira mientras duermo. Me veo yo, con eso basta. Acciono, me siento, y me percibo con mis ideas desde el día uno, desde el que me uno a la emoción de respirar, de contagiar verdades incómodas, perspectivas empalagadas de hechos y algún fenómeno electromagnético de conductividad "emocioelectrica" de la cuál dicen que estoy hecho, así como unos cuantos gramos de sustancias lícitas como alguna sal y corre que la vida se va.
El dolor de saber sentir. Es en el amanecer cuando los silencios gritan con impaciente desesperación, gritan que los días no están contados, que contemos con un poco más de horas, que nos toquemos las manos una vez más... al menos, que no dejemos ir el aliento de ver otro amanecer sin remordimientos y que la vida no es bella por azar, la vida es una hermosa bestia salvaje, imponente que no ve por ti, por mí, o por algo, es más creo que la vida no ve ni por sí misma, porque simplemente existe, es, ha sido y será, como esos cuentos interminables de la "filosofía big bang" en donde todos nos extendemos sin culpa, sin objetivo, sin esfuerzo, simplemente nos hacemos tan grandes que un día estallamos; y quien sabe, tal vez algún día la maravilla de la nostalgia de mi imaginación se apodere de esas partículas para volver a crear lo que ya no es. Y no tiene sentido, pero siempre es muy lindo recordar.